EL ESTAFADOR
Amo los
trucos de magia.
Quiero decir: los buenos trucos de magia. Aquellos
que ves, te maravillan… y cuando te vas del lugar te quedás pensando: ¿cómo
hizo eso ese tipo para hacer eso?
Yo también hago magia. Aunque la realidad es
que no soy mago… pero casi.
Soy estafador y me gano la vida como tal.
Sí, lo digo así, sin vergüenza ni pudor de
ningún tipo. (¿Y por qué debería sentir vergüenza o pudor, en todo caso?).
Lo que yo hago perjudica a los damnificados,
porque yo como gran damnificador soy responsable por mis crímenes. Pero no
siento culpa ni remordimientos.
Me explico: las obras de arte que robé, todo
el dinero que “mágicamente” desapareció de grandes cuentas bancarias de ciertos
indeseables individuos… y, en fin, todo lo que hice lo hice sabiendo que esos
canallas se lo merecían; sí, se merecían eso y mucho más … pero nunca he
llegado mucho más lejos.
Hasta ahora
no maté a nadie.
Aunque la realidad es que ahora también
estoy en prisión. Y si bien hoy en día estoy tras estas rejas, considero la
pérdida de mi libertad como algo transitorio. Así como todo en esta vida.
Transitorio.
¿Cómo
llegué aquí?
Por confiar
en la persona equivocada.
Me explico:
la conocí en un salón de arte en Italia.
Recuerdo
haber estado contemplando durante varios minutos una pintura que retrataba
magistralmente a Galileo, cuando desde detrás escucho una hermosa voz femenina.
-
Es
demasiado cara para vos. Tendrías que vender la cabaña que tenés ahí cerca de
las montañas.
Me dí
vuelta y la vi.
Dios mío…
¡estaba espléndida! Un vestido ajustado, el maquillaje perfecto, un rostro de
facciones delicadas y una picardía e inteligencia en la mirada que despertaban
toda y mi curiosidad y mi atención. Tenía el aspecto de una hermosa muñequita.
-
Es
como si me estuvieras leyendo la mente – le respondí sin dejar de mirarla
fijamente a los ojos-. ¿Qué me sugiere esta joven hermosa que ahora está
sonriéndome levemente, casi como si me conociera de toda la vida?
-
Esta
“joven hermosa” te sugiere que pienses en lo que vas a hacer.
Y luego me
dijo acercándose a mi oído en voz baja:
-
Mi
papá es el dueño del museo… Romeo.
Y se fue,
caminando con su paso por demás elegante.
Aquí había varias cosas dignas de un
meticuloso análisis: ella sabía que yo quería robarme esa pintura.
Evidentemente sabía quién era yo y a qué me dedicaba.
Por otra parte… ¿por qué esa conversación?
Quiero decir: conociéndome ya como criminal -y seguramente conociendo también
mi modus operandi- ¿no le era mucho más fácil (y más conveniente) extorsionarme
o atraparme en plena acción?
Si tanto le
interesaba el museo, ¿para qué molestarse en decirme eso?
Ahora bien, también cabía la posibilidad de
que me haya mentido. Con el asunto del padre, quiero decir. ¿Cómo podía yo
averiguar si ella era realmente la hija del dueño?
Sí, es cierto que yo conocía al tipo (y no
era una buena persona, así como ninguna de mis otras víctimas) pero ¿cómo
probar (o conocer) si tenía hijos o hijas? Y si los tenía, ¿eran adoptados?
¿Eran legítimos?
¿O ella
simplemente quería jugar un rato conmigo?
Muchas chicas ricas hacen eso (y las que no
son ricas también): aman los juegos mentales, en los que es difícil distinguir
la realidad de la ficción, la verdad de la mentira… hasta dónde llega una cosa
y hasta dónde llega la otra. Casi como si el matiz real de las cosas (su
verdadera apariencia y su verdadero significado) fluctuara continuamente entre
infinitos colores, formas y densidades.
Confieso que a mí me gustaba jugar ese tipo
de juegos. He de ser más honesto aún: me gusta jugar esos juegos. Cuando sé que
estoy jugando con alguien que ama jugar y que esa persona (a mi criterio, al
menos) es un digno rival … la verdad es que no puedo resistirme.
Mi pasión
es más fuerte que yo.
La
fascinación (la seducción, en definitiva) que ejercen en mí tales juegos es inmensa...
Los
laberintos mentales en los que me pierdo, cuando pareciera que la adrenalina es
lo único que me mantiene vivo… Hay momentos que te quitan la respiración. Y hay
laberintos en los que vale la pena perderse… Para luego encontrar un camino.
O varios. O
ninguno.
Volví a
verla al otro día.
Había
pasado toda la noche cavilando entre una y otra opción, entre una y otra cosa…
Yo quería ese cuadro, lo necesitaba, pero…
-
Yo
no haría eso – me dijo nuevamente de manera sorpresiva.
Me había
estado observando.
Yo estaba
en un café en Roma y tenía a mi lado un cuaderno de notas y un libro.
Había
pedido café y algunas tostadas. Estaba por ponerle el tercer sobrecito de
azúcar en la taza cuando me sorprenden sus palabras.
-
Mucha
azúcar, pan… deberías cuidar mejor tu alimentación. Mucha vida sedentaria te
está llevando por un mal camino. No me extrañaría que tu recorrido por Europa
te deje con varios kilos de más.
La miré,
muy molesto.
Irritado le
respondí:
-
Ok,
¿sabés qué? Me estás poniendo nervioso con tod …
Ella río.
-
Genial
– dijo, y apoyó su valija en la mesa.
Se sentó
enfrente mío y me sonrió, elegantemente.
-
No
te molesta que me siente, ¿no? - sonreía.
-
¿Qué
querés?
-
La
mitad de lo que tenés en tu cuenta bancaria.
-
¿O…?
Sonrió… y
me guiñó un ojo. Llamó al mozo y le habló en francés.
Yo odio el
francés y apenas pude arreglármelas como para hacerle entender al mozo que ella
quería un café con leche y un sándwich. (Creo que ella entre mucha otra gente
sobreestimaba a los mozos en Europa, que no son tan diferentes de los que ya
conocemos acá en Buenos Aires).
-
Esta
es la escena en la que nos presentamos – me dijo inesperadamente.
-
No,
esta es la escena en la q ...
Me extendió
elegantemente su mano.
-
Anabella.
Anabella Richardson.
Le estreché
delicadamente su frágil y delicada mano.
-
De
Lucía. Paco De Lucía.
Otra vez
rió.
-
Eso
es mentira – me dijo.
-
También
tu nombre es mentira.
-
Nadie
es perfecto – y me guiñó nuevamente el ojo.
-
Touché.
Llegó el
mozo. Cuando depositaba las cosas en la mesa, ella mantenía su mirada fija en
mis ojos. Yo le sonreía levemente: ese desafío me gustaba. Como dije recién:
estaba entrando en el laberinto. En su laberinto. Y me encantaba eso.
El mozo se
fue.
-
Anabella.
Antes que …
-
No
nos vamos a despedir ahora que comenzamos a conocernos …
-
Ok.
Mentime. Mentime bien.
Ahora era
ella la que sonreía.
-
Soy una chica de clase alta, te conozco, sé tu verdadero nombre, sé que
viniste por ese cuadro del que fingías estar
interesado, sé que planeabas robarlo… y que cuando yo te vi sospechaste de mí.
-
¿Y
es bueno que sospeche de vos?
-
¿De
una chica tan linda y tan tierna como yo? -se comportaba como una niña-. ¡Ah,
si tan solo supieras lo que he sufrido en mi tan desgraciada infancia!
-
¿Tu
papá no te compró un BMW cuando cumpliste cinco años?
-
¡Peor!
Me compró acuarelas y pinceles.
Otra vez
esa risa, que ahora me pareció de una diva.
Traté de
reordenar las cosas...
-
Ok…
“Anabella”. Muy linda la charla, per…
-
Mirá.
Sacó de su
valija una hoja mediana. Estaba doblada y ella la abrió allí sobre la mesa. Al
verla quedé atónito: ¡nosotros dos pintados magistralmente hablando en la
galería de arte!
-
¿No
es hermosa?
-
Sacaron
una foto… y vos lo pintaste.
-
Casi:
las cámaras de seguridad te filmaron… yo tomé la grabación, congelé la imagen,
la usé como modelo… y aquí está mi obra de arte.
-
Genial.
Felicitaciones. Pero no tenés nada en concreto contr …
-
Yo
no. Pero ellos sí.
Anabella
chasqueó los dedos y se acercaron dos guardaespaldas que salieron no sé de
dónde.
-
Paco
dice que no se siente bien, chicos. ¿Podremos hacer algo por él?
Me puse de
pie y con las manos, trataba de gesticular para que se calmaran los ánimos.
Pero todo
eso fue inútil. Me llevaron detenido. La policía me mantuvo detenido por varios
días.
Y pasado
ese tiempo, nuevamente volví a verla, ahora desde la prisión: ahora estaba
vestida de manera mucho más formal, acompañada de su padre.
Solamente
me pidió –de la manera más fría posible- que confesara cómo había hecho todo lo
que hice, por qué lo hice, cuáles fueron las razones que me motivaron… y
mierdas como esas.
Confieso
que durante algunos segundos quedé estupefacto ante tal petición.
Ahí estaba
su motivación: que yo lo confesara todo. Quería exponerme, desnudar todas mis
intenciones de la manera más cruel y denigrantes.
¡Un mago
nunca revela sus trucos!
La mandé a
la mierda. A ella, al padre, a la policía… a todos...
El tiempo
pasó y estoy a años luz de que se cumpla mi sentencia aquí en donde estoy. Pero eso no importa.
Me he
tomado mi tiempo para replantearme las cosas, replantearme mi vida.
Dicen que
nada (bueno o malo) pasa sin un propósito.
Y yo ya lo
he encontrado.
La petición
de “Anabella” (nunca supe su verdadero nombre en realidad, pero eso ahora no
importa), que en su momento me pareció estúpida, ahora tiene mucho sentido para
mí: ¿ganarme la vida como escritor? ¡¿Por qué no?! Quizá escriba con un
pseudónimo, desde cualquier parte del mundo con mi notebook… nadie se enterará
de eso. Nadie se enterará de nada. Como pasa siempre.
Dejo estas
páginas como firme testimonio de que ahora mi vida anterior muere y comienzo a
vivir la mejor parte de mi vida.
Como suele
decirse: lo mejor está por venir.
Aquí dejo
constancia de mi historia, de cómo han sido las cosas, de lo que he vivido… y
de que no pasaré un sólo día más en este nido de ratas.
Como dice
el dicho, “el que ríe último, ríe mejor”.
¿Vengarme
de ella? Todo a su tiempo, queridos...
Por el solo
hecho de que me considero tan bueno en lo que soy les dejo esta nota y estas
pistas.
Atrápenme
si pueden.
F I N
Nota adicional del FBI:
Se busca a ese criminal llamado Marcos Luraschi, que se hace pasar por
escritor. No se ofrece nada por su captura. Si lo ven por ahí, mátenlo nomás.
Lo buscamos muerto… o muerto.
Se ha iniciado una investigación especial contra PoEsyA y contra su
principal responsable, Rubén Saura (alias “Yubén”, alias “El Wapo”) por incitar
a la libertad de expresión, promover buenos valores entre la gente y… ¡bueno,
lo demás es un tema nuestro, che!
Marcos Luraschi
muy bueno, gracias por seguir apoyando a PoEsyA
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